miércoles, 15 de mayo de 2013

El concepto aristotélico de prudencia




La prudencia (phrónesis) es, para Aristóteles, el poder de la buena deliberación, no acerca de la manera como deben hacerse las cosas particulares, o cómo producir la salud o la fuerza (esto es objeto del arte), sino acerca de “las cosas buenas para nosotros”, es decir, sobre la manera como producir un estado de ser general que nos sea satisfactorio. Es “un modo de ser racional, verdadero y práctico, respecto de lo que es bueno y malo para el hombre”. Así el hombre dotado de sabiduría práctica debe saber como punto de partida, cuáles son las cosas buenas para el hombre; según la teoría de Aristóteles debe conocer la conclusión a que él mismo llega en el libro X, a saber, que la mejor cosa para el hombre es la vida contemplativa y deliberar sobre los medios que permitirán alcanzarla. La prudencia, pues, es un saber universal porque se refiere a la totalidad de la vida y el bien del hombre: saber la manera de actuar en la vida en su conjunto total.

La prudencia es distinta según Aristóteles tanto de la ciencia como del arte:

a) Como el arte, la prudencia es un saber montado en la razón de ser y en lo universal, pero que concierne no a las operaciones, a la poiesis que el hombre ejecuta sobre las cosas o sobre sí mismo en tanto que cosa, sino un saber que concierne a las acciones de su propia vida. Decimos también del que sobresale en la prudencia que es un sabio pero la prudencia no es un saber hacer cosas. Mientras la poiesis, el hacer, produce una cosa (ergon), el hombre vive realizando acciones, no produce obras sino que está en actividad. Si se quiere hablar de obra, habrá que decir que es una obra que no consiste sino en el obrar mismo. Por esto su término no es una poiesis sino una praxis. (Para Aristóteles la praxis -lo práctico en este sentido griego- no se opone a lo teorético. Todo lo contrario, la teoría es la forma superior de praxis, de la actividad que se basta a sí misma).  Además, aunque hay grados de perfección en el arte, no los hay en la prudencia. Por último, el que en el arte tiene la voluntad deliberada de engañarse, es preferible al que se engaña sin saberlo y, en lo que se refiere a la prudencia ocurre lo contrario.

Por distintas que sean el arte y la prudencia, tienen, sin embargo, un doble carácter común. Primero, son un saber con razón y universalidad, como hemos apuntado antes. Segundo, tanto el ergon, objeto del hacer, de la poiesis, como la actividad (energeia) de la praxis vital, “son” en una cierta manera, pero “podrían ser de otra manera”. De ahí que estos dos modos de saber tienen una fragilidad inherente a su objeto: algo que es de una manera pero podría ser de otra. Incluso, aunque de hecho siempre fuera de la misma manera, este objeto no es necesariamente así.

b) La prudencia es distinta de la ciencia, así como del intelecto y la sabiduría, porque estos recaen sobre algo que necesariamente es, “lo que siempre es” lo llamaban los griegos, sobreentendiendo que este “siempre” significaba “necesariamente”. Además es la prudencia y no la ciencia la que puede ser pervertida por el placer y el dolor; el vicio que  toma  el  placer  o el dolor  como el fin  de la vida, destruye el “primer  principio”, es decir la premisa mayor del silogismo práctico y nos impide reconocer los verdaderos objetos hacia los cuales la vida debe ser dirigida.

 Puedes encontrar el texto aristoélico sobre la prudencia en:
http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01157.htm

        Para una visión general del pensamiento aristotélico es bastante útil la siguiente presentación:

No hay comentarios:

Publicar un comentario